Sarkozy, un liberal?
Se presentó un joven, ilusionado y carismático reformador. Pero era (es) mayor (más de cincuenta) y político profesional. Llegó Obama y eclipsó su presencia permanente en los medios. Ni siquiera Bruni fue capaz de soportar el avance mestizo (ha sido el mismo Presidente de los EE.UU. quien, en alusión a la elección del perrillo faldero de la Casa Blanca, quiso identificarse con el animal por su mezcla de razas).
Viento fresco que traería las reformas ineludibles para sacar a Francia del apalancamiento, del mirarse al ombligo y saltar de una huelga general a una de transportes; de una tasa de crecimiento ridícula y un pesado Estado enquistado en el tiempo. Los conservadores, encantados: devolvería la Autoridad a las aulas, la seguridad a las calles, el vigor de las buenas costumbres. Quiso, Sarkozy, personificar a la nación aglutinando en su gobierno y políticas rasgos de diferentes corrientes ideológicas…
Ahora nos sorprende con un artículo sobre la cumbre del G-20. Su equidistancia calculada, la vacuidad de sus posiciones y principios, la nada escrita por el mero hecho de ver su nombre en los periódicos de mayor tirada de cada país, no dejan duda ninguna: estamos frente a un adanista convencido, un egocéntrico con mucho peligro.
Pretende reconstruir el Capitalismo, como si los 40.000 manifestantes de Londres (no los antiglobalizadores de turno y antisistemas de tres al cuarto) fueran incapaces de admitir que ha sido el libre comercio y la ausencia de intervención causas fundamentales de esta crisis que nos acongoja. Sarkozy habla de mejor regulación, de solidaridad y ética. ¿Quién le puede decir que no? Pues seguramente quienes no lleguen a comprender que el mercado libre se sostiene gracias al respeto de unos principios que hacen coincidir eficiencia y ética, o que el intercambio libre y voluntario representa el mejor ejemplo de solidaridad del que es capaz el ser humano. Pero Sarkozy conoce a su público, sabe a quién se dirige.
Rechaza el proteccionismo, cuando es el proteccionismo de Europa y los EEUU el gran responsable de la miseria, el hambre y la violencia en el mundo. Pretende una mejor regulación de los mercados financieros y no reconoce que la mera existencia del Estado, como ente de dominación irresistible, su lógica misma, sus necesidades ineludibles, exigen la vulneración de esos principios éticos y jurídicos que por otro lado pretende reforzar.
Un estatista hablando me política monetaria y financiera, por muy buenas que sean sus intenciones, nunca antepondrá la viabilidad del Estado al respeto de los fundamentos que hacen sostenible el crecimiento económico. No contento con semejante lista de incongruencias, aspira a la conformación de un gobierno mundial. Es razonable dada su desconfianza patológica hacia el mercado libre. Si no lo hace una organización activa, quién si no.
El liberal de antaño, ese mismo que sedujo a muchos y entusiasmó al conservadurismo patrio (propio y ajeno), exige que nada escape la supervisión férrea del regulador. Esa es su receta para evitar que esto no vuelva a suceder. Y claro, lo que duele es que pretenda hacernos creer que vivimos en un mundo ácrata, sin comisiones, legislación, requisitos, delitos societarios, inspectores o planificación central monetaria.
El bueno de Sarko echa una mirada a África, patio trasero de Francia, y al resto de países pobres. La demagogia con la que busca vender su producto, un discurso falaz, vacuo y por ello, innecesario y que pasa sin pena ni gloria por los diarios en los que ha sido publicado, roza la inmoralidad más repugnante.
Son el Estatismo y la intervención que le acompaña los grandes responsables de todos los males que nos preocupan a los que sí conservamos algo de humanidad. Puede parecer una afirmación fácil, vulgar, pero nada más lejos de la realidad. No hay nada grave en el mundo que pueda ser atribuido al Capitalismo. Son sus más feroces enemigos, o quienes aspiran a superar los actuales niveles de planificación, expolio y agresión, los que más se acuerdan de él, quienes lo tienen continuamente en sus bocas, proclamas y pancartas. Se convierte en arma arrojadiza que se lanzan unos contra otros. De vez en cuando algún listo que se autodenomina liberal lo usa como escudo, o recurre a sus principios como mejores armas de contraataque. Desgraciadamente, una vez asegurada la posición, son esos “liberales” quienes peor servicio hacen a la causa de la libertad.
Saludos y Libertad!
Buenas, pues ni Sarko es liberal ni ninguno de los dirigentes occidentales lo es.
¿Dime un solo dirigente que lo sea?
Ni sarko, ni obama, ni merkel,ni brown,…NINGUNO.ASI NOS VA.