Los Constructores y el libre mercado
Marchan por las calles pidiendo una vivienda, exigiendo que el Estado les asegure su derecho inalienable a un habitáculo digno en el que vivir. A tanto joven pedigüeño le ha salido por “sorpresa” un aliado en las filas enemigas. Cuando se manejan principios endebles y sin fundamento, cuando los odios se dirigen sin ton ni son por mera pose estética o definida estrategia ideológica, pasa lo que pasa. Okupas y sociatas nacidos de los 70 en adelante unidos por interés y preocupación a los venidos a menos constructores.
La salvación del sector exige precios justos. Precios justos es lo que piden los jóvenes, desde el gratis total de algunos a “que me llegue también para salir, tomarme mis copas e irme de vez en cuando a dar un garbeo por el extranjero”. Los precios justos para los constructores son aquellos que les permitan salir adelante, cubrir costes y mantenerse a flote hasta que lleguen tiempos mejores.
Sentados en asamblea, a imagen de esos míticos contubernios complutenses organizados por comunistas y anarquistas (los socialistas no decían esta boca es mía, preferían mamar de quienes los consideraban un “mal menor”), la discusión corre el riesgo de eternizarse: dónde fijamos la prioridad, quién fija los precios? Por supuesto, el Estado, que todo lo sabe y tan bien nos quiere a todos. Pero para qué jugar al mercado si lo negamos de raíz; vayamos directamente a la subvención y que viva la reasignación patrimonial.
Subvencionemos el derecho de los jóvenes concediéndoles entre todos, grandes y pequeños, un pisito baratito. Subvencionemos a los constructores completando al alza el precio que logren obtener en el mercado. Porque como todos sabemos, el precio libremente pactado entre las partes, ni es justo ni benefactor, es una lacra propia del fiero capital, la avaricia del ladrillo feroz, y todas esas cosas.
Curioso cuanto menos resulta el criterio de algunos. De noche todos los gatos son pardos, y en crisis económica, a todos se nos ve el plumero. Aquellos que cabalgaron sobre la cresta de la ola, llenando sus bolsillos gracias al descalabro de preferencias, la expansión crediticia y demás efectos derivados de la intervención, fueron considerados adalides del Capitalismo. Hoy mendigan ayudas, ni oír quieren propuestas de liberalización del suelo y el urbanismo. En su calidad de esbirros del estatismo, pretenden guardar las velas y prepararse para la próxima, que llegará seguro, no sabemos si en este o aquel sector, pero siempre en forma de redistribución masiva de la riqueza.
Menudo panorama. Acertó Bastiat considerando al Estado entelequia por la que todos pretenden vivir del resto. El resto somos la mayoría, los que poco mamamos y siempre tenemos un saldo negativo. Sobreviven los chupópteros, los que piden piso, piso, piso, y los que reclaman ayuda, ayuda, ayuda, gracias a la desmovilización de la clase media. Los del campo, los de la mina, los del fular, la vagina asesina o el derecho a zamparse el patrimonio de los demás a costa de compensar la copia privada…
Que sigan, que sigan, liberal el último.
Saludos y Libertad!
Genial!!!!!!!!! Yo después del piso quiero un coche digno a precio justito también.
¡A pedir que son dos días!
Si quieren precios justos que liberalicen de una vez y los precios caerán en picado. Pero claro, se acaban los cazos y subvenciones que es lo que interesa a los políticos, especialmente a los de «políticas sociales», o sea, los sociatas.
Tengo una pregunta para los autores del blog: ¿Veremos algún día la liberalización del suelo? ¿Y el cheque escolar y la desaparición del estado en la educación? ¿O queda para siglos venideros?
Saludos