La España de las dos Españas
La reciente y fallida huelga fue una ventana bien abierta a la contemplación de nuestro país. España se ofrece no como una sino como dos, en una lucha maniquea que, por cierto, no nos ha conducido jamás a ningún buen puerto. Es una lucha de puercos en el fango, una lucha por una gloria teñida de negro que no busca futuro en ningún caso.
Paradógica España, empeñada secularmente en no ser una sino varias. Ese empeño se ha acusado hasta lo incomprensible en este último siglo. En su lucha España no se ha visto enriquecida sino empantanada. Esta vieja España quiere tantas veces parecer una caricatura de sí misma…y se niega a progresar, cuando progresar implica quitarse sus hábitos, sus banderas, sus cansinas cantinelas de siempre. España aburre, admitámoslo.
Parece que a veces se afana en dormir su particular siesta y ofrecerse bicéfala, cainita, desdoblada. La dialéctica entre las dos Españas no genera nada bueno: intercambio de palabras, de gritos, de proclamas. Todo ello pertenece al pasado. España es como una tía abuela rancia que despierta cierta curiosidad arqueológica en quien con ella conversa pero que descubre sus limitaciones demasiado pronto. Demasiado pronto se agota.
Esa es, claro, la España que muchos, a un lado y a otro de nuestra particular Estigia, se han empeñado en construir. Sin embargo, se puede y debe ver más allá de lo que la ideología (qué sino ideología puede ser, en el fondo) pretende vendernos. Hay una España que ha progresado, y mucho, en el ámbito material, social y económico, a la que, sin embargo, los vanos oropeles ideológicos no dejan avanzar más allá de sí misma.
Este problema viene de lejos. El fantasma de las dos Españas, que no es sino un mito muy sofisticado reinventado interesadamente por determinados sectores de la izquierda que se apoyaron en la visión deformada y romántica que los anglosajones tuvieron de nuestro conflicto bélico patrio y alimentado sistemáticamente por ellos así como por la torpeza de una derecha moderada que no ha sabido sacudirse su polvo adecuadamente, ese fantasma, campea por nuestras tierras. A veces ofrece esta derecha un rosto como estulto ante la infame acusación falsaria de quienes quieren vendernos un país de extremos. A veces merecen la difamación, por ser unos cobardes. Igualmente lo son aquellos que, desde un socialismo moderado, no condenan los excesos verbales e ideológicos de quienes se piensan que esto es un patatal decimonónico y no un país que busca ser moderno. Y ser moderno, convenzámonos, pasa por dejar de ser ideológicos.
La ideología es la madre del totalitarismo. La ideología, las ideologías, no deja de ofrecer al hombre una solución global, abarcadora y convincente, a los problemas que le plantea su sociedad. Y como buena religión, tiene sus dogmas, seguidos a pies juntillas por quien a ella se entregan. Y no son pocos.
España es un país extremista, un país de exaltados e impulsivos que son presa fácil de las ideologías. Ni los benéficos ejemplos circundantes que muestran en qué medida lo ideológico no libera al hombre sino que lo hace más esclavo, ni los no pocos ejemplos internos (que suelen quedar sepultados por la eterna trifulca patria entre loporsimismosdenominadosbuenos y los malos) han podido dejar buena simiente en España. De hecho, con la crisis ha salido a flote lo que algunos ya creíamos un poco aparcado: la ideología, la terrible ideología, el extremo. Y cabizbajos nos vamos quienes estamos realmente hartos de que sólo se conciba una España de blancos y negros. Más que nada porque hay bastantes colores intermedios. Sólo hace falta valentía y ganas de dejar atrás ese complejo patrio.
Mas, a qué viene tanta vuelta al siamesismo espiritual de España? La huelga, la dichosa huelga, que es la que ha sacado, una vez más, a los BUENOS a la calle y ha sacado las vergonzosas vergüenzas de los manos también a la calle. Resulta que ni los buenos son tan buenos ni los malos tan buenos. Aunque los malos, esos seres que emergieron, al parecer, de la España negra goyesca, emparentados con los Reyes Católicos y el ominoso Fernando VII, por supuesto con Franco y sus secuaces…esos malos, como digo, a veces hacen poco por contestar la vileza de aquellos que deforman la realidad y nos venden una España que no es la verdadera. Sí, la derecha moderada, que ahora nos gobierna, no sólo maneja mal la propaganda sino que toma, a veces, decisiones desacertadas, que sirven a la izquierda para alimentar ese mito tan fantástico de la maldad de la derechona. Lo cierto es que los tics de la derecha exasperan. Muestra a veces un gusto un tanto deleznable por la política de púlpito y confesionario e impide, con ello, la modernización a fondo de una España que necesita superarse a sí misma en lo que a imagen propia se refiere.
La derecha moderada ha de hacer mucho todavía , no sólo para sacarnos de este marasmo económico y social, sino para posicionarse ella misma fuera de la órbita de lo ideológico. Confío en que haya gente con planes semejantes en el centro izquierda. Acaso sea demasiado optimista. Esto es lo que se necesita: que España venza, por fin, a sus fantasmas, y se encuentre más real que nunca ante sí misma. Alonso Quijano el Bueno dejó de soñar y se encontró a sí mismo. También España puede hacerlo. Puede y debe.
Un saludo.
De pascuas a ramos, ATR
Ay, Yosoyhayek, si es que escribir cuesta, cuesta, cuesta. Y la moneda es el tiempo, algo de lo que carezco. Bueno, al menos te escribo, no? Gracias.