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La deuda de Gallardón

octubre 4, 2009

Cerramos la semana haciendo lo propio con el agitado y emotivo ciclo dedicado a Madrid y sus cosas. La crítica de la situación financiera madrileña es perfectamente extensible al momento general que viven todas las administraciones locales. En un tiempo donde el gobierno central vuelve a repartir la tarta de la financiación autonómica, como ya hiciera Aznar en su día, se olvida por completo de los ayuntamientos. Son más de dos décadas descargando sobre ellos multitud de servicios sociales y destinos de gasto que no han ido en paralelo a un reforzamiento sostenible de su propia financiación. La burbuja inmobiliaria unida a la fuerte intervención urbanística ha abierto varios frentes, todos ellos endiabladamente peligrosos. Hoy sufrimos las consecuencias de aquello que no quisieron afrontar hace 5 o 10 años. Los ayuntamientos, sobrecargados en prestaciones, se financiaban con proyectos urbanísticos. Unido a esto se reforzó la tendencia corrupta de este tipo de administraciones, cargadas de incentivos para que muchos dieran con facilidad sonados pelotazos. Hoy, en crisis, con el mercado inmobiliario por los suelos (y nunca mejor dicho) y una caída brutal en la recaudación general de todos los tributos, locales, autonómicos o estatales, los ayuntamientos se enfrentan a la quiebra.

Madrid no es una excepción pese a los esfuerzos del ex alcalde Álvarez del Manzano. Su frugalidad unida a unos impuestos bajos, en términos relativos, comparado con lo que sucedía en Barcelona y otras “grandes” ciudades españolas, legaron un escenario demasiado goloso para el megalómano que le sucedió. Gallardón encontró las arcas llenas y una estructura financiera inaudita, impecable. La deuda madrileña era ínfima, muy ajustada y razonable. Los servicios buenos, la inversión adecuada, pero nada de ello satisfizo a quien pretendía la refundación misma de la urbe.

Gallardón incurrió en gastos desorbitados con motivo de la reforma de la M-30. Recurrió a la deuda y a sonados ajustes fiscales. Llegadas las vacas flacas tiene que hacer frente, sin el granero urbanístico como fuente de financiación, a una estructura de gasto corriente incapaz de sostener con unos ingresos que menguan día a día. Esa es la razón que le ha llevado, como al resto de ayuntamientos, a subidas de impuestos generalizadas. Revisión del catastro con sus efectos en la cuota del IBI, vados, licencias, nueva tasa de basuras… fórmulas comunes en otras ciudades pero que en Madrid contribuyen a sembrar un clima de descontento ya caldeado por la situación de zanja perpetua y caos circulatorio. Aun con todo en Madrid se siguen pagando menos impuestos que en Barcelona, Zaragoza o Bilbao. Dicho esto, un liberal nunca puede excusar al poder por ser menos agresivo en un lugar que en otro.

Madrid podía y puede con la deuda que soporta. Lo que es insostenible es su situación financiera general. Los gastos corrientes son disparatados, los servicios sociales que presta excesivos, casi abusivos dada la financiación vigente. El gobierno debe replantear sus prioridades. Las Autonomías han crecido sin control. Los ayuntamientos son doblemente dependientes. Dependen del resto de administraciones y dependen del urbanismo. Caída una de las patas solo queda que una nueva ley de financiación local apuntale su maltrecha situación.

Gallardón prometió una M-30 de 3.000 millones y al final costó el doble. Aun así revalidó su mayoría y los madrileños no se agitaron ni revolvieron por el fuerte endeudamiento de la Villa. En tiempos difíciles las viejas críticas reverdecen y brotan con vigor. El problema de Madrid no es su deuda, sino sus gastos corrientes que, por otro lado, resultan difícilmente recortables dada la presión institucional y social que padecen todos los ayuntamientos en este sentido.

Gallardón plantea una solución: subir los impuestos, crear alguno nuevo, y reducir la inversión el gasto ornamental. Zapatero, con sus 500 millones para Madrid, cubre la carencia de recursos para seguir levantando zanjas y colocando farolas y adoquines. Pero nada de esto soluciona la crisis madrileña, así que no queda otra que estudiar otras vías, alguna de ellas viajas conocidas en la gestión autonómica del Alcalde.

Gallardón debe intentar una privatización parcial de la M-30 a fin de refinanciar la deuda que esta infraestructura exigió en su momento. ¿Cómo? Recurriendo a la solvencia de alguna constructora capaz de hacerse con 2.000, 3.000 o 4.000 millones de euros y así entrar en la propiedad de la vía de circunvalación. La fórmula de la concesión, dadas las peculiaridades que tiene la M-30 sería el peaje en la sombra: el ayuntamiento paga por cada vehículo que utilice la autovía. En el pago de este peaje podrían participar de algún modo Comunidad de Madrid y Ministerio de Fomento, ajustando así el uso que de ella hagan conductores que no sean ciudadanos de Madrid capital.

Esperanza Aguirre pretende hacer algo similar con el Canal de Isabel II. También lo está estudiando con alguna que otra línea de metro. Quizá con la red entera. De hecho la integración de la red de cercanías podría suponer una mejora de la viabilidad misma de este tipo de proyectos.

Con ellos se logra una suerte de círculo virtuoso: los ciudadanos siguen recibiendo los servicios que ya pagan con sus impuestos o precios subvencionados, y, gracias a la entrada de capital “privado”, las administraciones sanean su deuda y pueden afrontar inversiones necesarias para dotar de mayor eficiencia al servicio en cuestión.

En tiempos de crisis debe agudizarse el ingenio. Gallardón merece cierto margen para que pueda adoptar decisiones. Esta subida de impuestos que a todos nos va a sentar como un tiro quizá consiga diluirse con el tiempo. Lo que importa ahora es que ingresos corrientes y gastos corrientes casen a la perfección, recortando o rechazando los gastos que fueran necesarios, sin recurrir, como se está haciendo, a la santa paciencia de los ciudadanos. Las posibilidades de privatización deben explorarse y ponerse en práctica. Son buenas oportunidades de ganancia para muchos inversores, pero también para los dueños de las ciudades, que en definitiva somos todos y cada uno de los que en ellas tenemos propiedades y pagamos contribuciones.

Saludos y Libertad!

5 comentarios leave one →
  1. Chus permalink
    octubre 4, 2009 7:49 pm

    Este individuo que solo le importa su bolsillo tiene una inmerecida buena imagen fuera de Madrid.
    Y esa imagen tan pulidita por sus acólitos y amigos de la izquierda es la que todos debemos desenmascarar hablando con todo el mundo y poniéndolo en todo los foros de Internet.
    O nos costara muy cara otra reelección de este crápula.

  2. octubre 4, 2009 8:04 pm

    Me temo que Gallardón tiene tantos enemigos en «la derecha» como amigos en la izquierda. Ese es el secreto de su éxito. En 2007 obtuvo los mismos votos que Esperanza Aguirre en el ámbito de la ciudad de Madrid. Los mismos en cantidad, no en identidad. Hay mucha gente que le es fiel aun siendo de izquierdas y votando en consecuencia en las elecciones autonómicas o nacionales.
    Dicho esto, nada tiene de malo que un alcalde de Madrid sea un tipo audaz, imaginativo y con ambición. Me niego a que Madrid sea gestionada como una ciudad dormitorio o por un tipo sometido al típico complejo de inferioridad que caracteriza a muchos madrileños.
    El problema de este alcalde es su modernismo, su falta de apego y el abuso fiscal. La única prueba que debe pasar Gallardón es la de colocar en el mercado sus megalomanías, es decir, comprobar si realmente son valoradas como para hacerlas ineludibles. Dicho esto, parece ser que en el mercado político no le irá mal del todo, así que en ese equilibrio inestable pero seguro seguirá moviéndose. Es probable que revalide su mayoría absoluta.
    Saludos!

  3. Zerg permalink
    octubre 5, 2009 9:08 pm

    Señor Alcalde.

    Soy madrileño y vecino del maravilloso barrio de Carabanchel y sus faraónicas obras nos están dejando a los ciudadanos del sur de la ciudad aislados del resto de la Capital.

    Si quiero moverme en mi vehículo hacia el norte (aclaro, hacia el norte del Manzanares) la odisea es completa.

    El acceso a su maravillosa (que no mía aunque la tenga que pagar yo) M-30 es imposible. Enumero los posibles accesos a ésta desde mi distrito:

    – Marqués de Vadillo. El bloqueo de toda la calle del General Ricardos impide el acceso, dado que todo el tráfico de dicha calle se «desvia» hacia la C/ Jacinto Verfaguer, juntandose en la esquina de ésta con la C/ Antonio Leyva, todo el tráfico de bajada de Plaza Elíptica.

    – Carretera de Toledo: Las obras del re-soterramiento del tunel de Santa María de la Cabeza hacen que el colapso de acceso a la M-30 sea continuo.

    – Puente de San Isidro. El acceso a la M-30 SUR está CERRADO porque una de sus mentes pensantes de su alcaldía ha decidido colocar un centro de residuos urbanos de carácter «temporal».

    – Paseo de la Ermita del Santo: No sé qué leches hacen en esa calle. Total que tienen uno de los dos sentidos bloqueado y para acceder a la M-30 te hacen dar una vuelta hasta casi el puente de Segovia para después volver por Avda del Manzanares y tomar la entrada a M-30 detrás del puente de San Isidro cuyo acceso desde Paseo de Ermita del Santo está «cerrado» por el Centro de Gestión de Residuos.

    A, le aclaro, yo me voy a trabajar todos los días en mi moto y aún así tardo mucho menos de lo que los pobres conductores de los automóviles tardan. No obstante mi trayecto habitual y gracias a sus obras lo he incrementado en un tiempo del 250% (antes tardaba 15 minutos hasta Mendez Álvaro y ahora 40).

    De verdad ¿qué le hemos hecho en este distrito para que se nos trate tan mal?

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