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Escaneando el Terror

enero 9, 2010

El terrorismo internacional lleva décadas fijando su atención en el transporte aéreo. Secuestro de aviones, aviones que estallan en medio vuelo, aviones lanzados contra edificios… La espectacularidad al servicio del terror. Permite, con pocos hombres, pocas armas o poco explosivo, conmocionar intensamente a los mediatizados habitantes del mundo desarrollado. En su propio terreno prefieren al camicace ajustado en su cinturón de explosivos, sembrando de sangre y horror mercados, filas de trabajadores esperando su jornal, convoyes de la policía, quizá, y muy de vez en cuando, un mandamás con mala suerte.

Lo cierto es que aquí, en occidente, los Estados han centrado su atención, con especial inquina y obsesión, en la posibilidad de atentados en o con aviones. Excusa  bastante para someter a sus súbditos a un estado de miedo sostenido, abusivo y muchas veces ineficaz. Cuando un terrorista logra superar controles, cacheos y arcos de seguridad, se cuela en un avión, y o bien lo secuestra (para estamparlo o no), o bien trata de desintegrarlo durante el vuelo, en realidad no debemos juzgar incompletos o frustrados los controles físicos previos al embarque, sino todos los mecanismos de inteligencia y seguridad anteriores.

Que cuatro asilvestrados, con plaquita y uniforme, se dediquen a contemplar el trasiego de bultos a través de su cinta de escáner, no garantiza nada. Que esos mismos operarios decidan, con toda la arbitrariedad del mundo, a quien cachear o descalzar, no supone una barrera insalvable para los terroristas. La verdadera prevención es previa, sutil y considerablemente más profesional y especializada. Localizar y fichar a los terroristas, seguir sus pasos, evitar que se hagan con explosivos, detectar sus planes mucho antes de que estos tomen consistencia suficiente… Es ahí donde el Estado se la juega, y es ahí donde, curiosamente, el Estado trata de someter a la población a más terror del que cualquier atentado fallido podría provocar.

No será la colocación de escáneres en los aeropuertos medida capaz de abortar cualquier atentado. Pagarán los viajeros y lo harán con su dignidad, si bien es cierto que resulta preferible que te sometan a un barrido con un escáner que la humillación que provoca el cacheo o las órdenes de tanto asilvestrado con uniforme.

Los terroristas no son tan estúpidos como nos hacen creer. Su objetivo es inocular de horror y desasosiego al mayor número posible de individuos. Poco les importa si el atentado es en un avión, en un tren de larga distancia, en el metro o en un centro comercial. Los gobiernos distraen la atención del público, sólo eso. Nadie nos somete a escáneres cuando entramos en el metro o tomamos un autobús. En la puerta de El Corte Inglés no hay seguratas cacheando al personal, y sin embargo, un atentado dentro de sus instalaciones, más allá del número de muertos (que sería elevado), conseguiría un efecto de terror muy superior a que un avión se desintegre en medio del Atlántico. Bastan 11 tipos con 11 kilos de explosivo para sembrar el caos en el metro de Madrid en hora punta. El 11 de marzo es el mejor ejemplo de cómo el terrorismo tiene formas mucho más sencillas y efectivas de lograr sus objetivos.

Si todo esto no llega a suceder, no debemos agradecérselo a ningún arco de seguridad o escáner, sino al trabajo de servicios de inteligencia, formados y sutiles, que detectan mucho antes cualquier intento de atentado. Es esa la razón que hace “seguros” centros comerciales, trenes y metro.

Pero el Gobierno necesita mantener la tensión, y si no fuera suficiente con perturbar de esta forma la agilidad del transporte aéreo, de vez en cuando, mediante anuncio de atentado (muy del gusto del gobierno de los EE.UU) que nunca llega a suceder, y del que nunca se llega a conocer sus pormenores y verosimilitud, o gracias a la espectacular detención de una célula islamista que, presuntamente, preparaba un inminente atentado (cuando en realidad ni disponía aun de explosivos o infraestructura), dosifican el miedo entre la población. Y es de este modo, y no de otra forma, su estrategia para justificar los excesos y la merma de derechos individuales.

Saludos y Libertad!

5 comentarios leave one →
  1. Liberand permalink
    enero 9, 2010 1:52 pm

    Se le quitan las ganas a uno de ir en avión, si se sigue usando es por pura necesidad. No me creo ni lo de nigeriano ni lo de los famosos líquidos del Reino Unido, todo es un «dejar hacer» para mermar las libertades de los ciudadanos.

    • enero 9, 2010 2:33 pm

      «Dejar hacer»… curioso. El Estado sólo «deja hacer» cuando cree que del resultado de dichas acciones conseguirá legitimar una mayor intromisión en la vida de la gente… Lo que sucede es que muchas veces, por dejar hacer, mueren 192 personas, pero ya se sabe, mueren por la causa…
      Saludos!

  2. enero 9, 2010 5:07 pm

    Dos notas:
    a) el terrorista del calzoncillo, Abdulmutallab, pasó todos los controles (o la falta de ellos, en Amsterdam no se le sometió a control a pesar de que venía del aeropuerto de Lagos en Nigeria, cuyas condiciones de seguridad habían sido criticadas) sin despertar sospechas a pesar de que se tenía ya la información de que tenia conexiones terroristas. No se trata de que a uno le vean la ropa interior y los michelines en un scanner, se trata de que si alguien tiene conexiones terroristas se le investigue. Pero a él, no a todos los que pasen por el avión.
    b) Obama ha reconocido que no se pasaron datos los servicios de inteligencia, como causa del atentado fallido. ¿Por qué siempre es la misma canción? ¿Por qué los servicios de seguridad no acaban de entender que, por encima de su orgullo de cuerpo,está la seguridad de los pasajeros? ¿Y por que los políticos siempre echan la culpa a los servicios de inteligencia, aunque sean ellos quienes en muchos casos sólo hacen discursitos molones, pero con poca base real? ¿Por qué nadie ha dimitido a pesar de que si el atentado no ocurrió fue por problemas en el explosivo, no por la bondad del terrorista?

    Se están sacando los pies del plato, creo yo. Una cosa es que se cachee debidamente y a conciencia al sujeto que está en una lista de conexiones terroristas (pueda o no volar, esa lista es más nutrida que la de «no-fly»), lleve el tiempo que lleve en ella, para evitar males mayores y otra cosa es que se instalen este tipo de medidas. Que además no van a detener a los terroristas, porque siempre utilizan medios o trucos para evadirlos.

  3. enero 9, 2010 9:47 pm

    Yo me pregunto: ¿Quién se hace cargo de la pérdida económica de un avión a causa de un atentado terrorista? Porque un avión vale una pasta… ¿Es el estado el que indemniza, al asumir su responsabilidad al fallar en los controles aeroportuarios, o anteriores? ¿Son las compañías aéreas, las aseguradoras?

    Porque si fueran las compañías, ya se cuidarían ellas de ver a quién admiten en su avión (en su propiedad). Y las aseguradoras, al igual que encarecen los seguros de automóviles a jóvenes y varones, lo encarecerían en los vuelos que incluyera a aquellos colectivos con mayor riesgo de explosión. Musulmanes, evidentemente. Por pura estadística.

    Saludos

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