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El deporte como arma política

julio 27, 2010

          El deporte es el opio del pueblo. Uno de muchos, claro. El deporte español vive su época dorada y no se cansan de repetírnoslo los medios. En la tela de araña de los triunfos deportivos quedamos enredados y nos despreocupamos, con ayuda del sol y el calor, de cualquier problema. Todos somos Contador, o Nadal, o Puyol…En esa mentalidad de masa nos instalamos y nos sentimos más próximos a nuestros congéneres. Mas la verdad es muy otra.

El deporte desde el sillón, esto es, el deporte visto y gozado por televisión es una realidad opuesta a la verdadera naturaleza de la labor del deportista, que se bate por un título o se entrena hasta la extenuación por batir un récord. La vida es injusta y hay deportes menos populares. La cantidad de esfuerzo no es proporcional a la de seguidores y si somos honestos reconoceremos que los futbolistas entrenan más bien poquito y que aunque se requiere mucho talento para pegarle bien al balón hay otras actividades que precisan más concentración y entrenamiento.

El deporte, como institución, no se entiende sino en el seno de sociedades evolucionadas, y por ello entiendo sociedades en las que existe un cuerpo de población medianamente acomodado que puede permitirse el lujo de entregarse con fruición al espectáculo. Eso, y un mundo urbano. También un magma popular a quien contentar y adormilar.

Ya en Grecia los atletas eran objeto de veneración y los triunfadores recibían tratamiento preferente de por vida. El culto a la juventud, a la belleza y al arrojo helenos garantizaban una suerte de posteridad al atleta. No sólo estatuas sino poemas (por ejemplo, Píndaro dedicó muchos poemas a loar a los atletas) y prebendas eran el premio del vencedor.  Se admiraba el afán de superación y la competitividad.

Lo cierto es que algo, pero muy poco, se puede rastrear de tal admiración en nuestras orgiásticas manifestaciones de júbilo por la victoria patria, especialmente en fútbol. Tanto la efervescencia general como la intrusión de los políticos me han dejado un tanto descolocada y no puedo sino protestar pues me parece que se está desvirtuando el logro deportivo al utilizarlo como catapulta política o como adormidera nacional: se nos han cerrado los ojos para ver los problemas de España.  Nos parecemos más a los romanos, que enloquecían con los gladiadores, al igual que con las carnicerías acaecidas en el Coliseo mientras el Imperio agonizaba.

Ayer volví a ver al soso Zapatero haciendo un torpe ejercicio de manipulación política. Se podía haber ahorrado sus vaticinios sobre un cuarto Tour (pronunciados con el mismo tono monótono y poco convincente con los que augura la recuperación económica), así como sus brincos con la Copa del Mundo. Su actitud roza lo ridículo pues su escaso carisma no hace simpáticos sus gestos.

La que sí que lo derrocha es Esperanza Aguirre, esa taimada manipuladora que el fin de semana se metió en un kimono y no dudó en ponerse el maillot amararillo de Contador en una astuta maniobra política. A ella sí le quedan bien sus disfraces, y no es la admiración (pues no se la tengo) lo que me hace afirmar esto, sino la constatación de que así sucede cada vez que la Presidenta se da un baño de masas. Parece que las convence. Entre arrogante y populachera, doña Esperanza se lleva de calle al electorado. Entre tanto, el pobre Contador, con su gesta, vive ajeno a todo este ajedrez de tretas políticas.

Que siga ganando Tours Contador y que los políticos dejen de aprovecharse de las gestas de nuestros magníficos deportistas. Homenajes sí, mas política no. El gesto de estos políticos mancilla triunfos tan honrosos como los que hemos vivido y estaría bien que se dejase de politizar el deporte y se ciñesen las celebraciones a una mera y sentida celebración de una hazaña deportiva.

Un saludo.

3 comentarios leave one →
  1. julio 27, 2010 6:03 pm

    Muy de acuerdo, salvo en tres cuestiones:
    1. La vida sólo resulta injusta cuando es la acción voluntaria o deliberada de una persona (un tercero) la que nos coloca en una situación injusta, es decir, que lesiona nuestros derechos o restringe ilícitamente nuestras expectativas. Todo lo demás, es mala suerte y punto.
    2. No confundas mérito con valor. Sólo en el mercado, donde confluyen libremente las valoraciones subjetivas todos sus intervinientes, surge el precio “justo” (punto 1) para cada actividad. Cosa muy distinta es el mérito que, también subjetivamente, le reconozcamos a alguien por su esfuerzo, destreza o capacidad, pero si dicha habilidad no encuentra un precio atractivo en el mercado, se deberá exclusivamente a que sus hazañas no son valoradas tanto como otras.
    3. Al hilo de lo anterior, el valor trabajo es una falacia marxista, no se corresponde con la realidad, luego es irrelevante plantearlo. Las cosas no se valoran por el trabajo que requieren para su realización. El valor es subjetivo, no objetivo.
    En lo demás, lo dicho, muy de acuerdo 😉
    Saludos!

    • atr permalink
      julio 27, 2010 8:52 pm

      Yosoyhayek,
      tal vez no he sido todo lo precisa que debiera al escribir este post pero en cualquier caso tampoco quería ser excesivamente puntillosa con los términos utilizados.
      La afirmación sobre la injusticia de la vida tiene un carácter general y por tanto no debe leerse de manera estrictamente literal.
      Aunque soy aficionada a Marx y admiradora suya (cosa en la que disentimos) no he empleado términos del marxismo de manera consciente. Por cierto, muy buena foto, como siempre.

      Un saludo

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