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El Estado catalán

julio 26, 2010
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Sólo una doctora en Derecho constitucional como Carmen Chacón, y un andaluz errante, como el ex, Felipe González, se atreven a hablar de “sujetos políticos sin Estado”, precisamente en un contexto como el español. El problema de los catalanes, si es que tienen alguno que no sea la sumisión a un movimiento colectivista de corte nítidamente fascista, como es el catalanismo, es que su Estado se haya integrado en una anomalía política llamada Estado español.

En España existe Estado desde que el Franquismo abandonara el mito de la autarquía y decidiera equilibrar fuerzas entre mercado, libertad individual y régimen dictatorial. El Estado se hizo entonces indispensable, y dado el contexto, no resultó del todo complicado constituirlo con cierta brillantez. La democracia refrendó el “éxito” franquista, pero quiso convertir el artefacto también en una vía para marcar la diferencia, al tiempo que se alimentaba el espíritu anti-españolista.

El catalanismo no está contribuyendo al rescate de la fallida nación catalana, que ya en el siglo XVIII era una quimera estrambótica e inverosímil. La nación catalana no llegó a ser porque, en esos términos tan artificiales como pretenciosos, fue la nación española la que se definió en lo político y en lo estatal. Malamente en ambos casos, y de ahí proceden todos sus problemas. El estatismo catalanista, llámese nacionalismo si se quiere, no es sino el anti-españolismo quintaesenciado en forma de proyecto de Nación política. Cataluña es una suerte de arcadia feliz donde todo lo español se entiende como un mal, y en el que todos los españoles recelosos hallan su rinconcito, su terruño o su coartada. En lo ideológico, el nacionalismo catalán surgió del complejo periférico. En lo cultural, no fue difícil tamizar lo propio como lo propio de una identidad definida. De hecho no hubo problema alguno en que se reconociera semejante entidad a lo catalán, ¿por qué no habría de hacerse, si es cierto?

Lo que han hecho Chacón y González es echarle un capote a Zapatero, salir en defensa de Montilla, y tratar de diluir la carga conceptual que arrastra el término Nación, o esa idea suya de “sujetos políticos sin Estado”, cuando saben que este Estado compuesto en el que vivimos, no es un Estado unitario descentralizado, como se infiere del rigor constitucional del 78, sino un Estado de Estados en el que poco importa ya la idea de unidad en un sentido que no se refiera o que no pase por la idea del Estado mismo. Una entelequia difícil de asimilar, y quizá contra intuitiva, pero que explica perfectamente la obsesión de algunos por reafirmarse en la diferencia.

España pudo ser un Estado post franquista adaptado a la legítima reivindicación foralista de vascos, navarros y catalanes, e incluso haberse permitido una autonomía dependiente como Galicia. Pero se temieron las consecuencias, y en 1981 irrumpió el esperpento andaluz quebrando por siempre el modelo constitucional trazado tres años antes. España acabaría siendo un Estado de Estados, de ahí la recurrencia a la peregrina idea de Nación de naciones, absolutamente irrelevante, más si cabe cuando en 2007, otra vez desde Andalucía (recordemos, la Autonomía mayor, y de primer rango desde el principio, pero también la más dependiente de todas ellas), aprobó en su Estatuto que se consideraba a sí misma “una realidad nacional”. Y Zapatero no se equivocaba al decir que Nación era un concepto “discutido y discutible”, porque en los términos que era utilizada por él mismo, y por el nacionalismo rampante, su contenido había perdido su trascendencia política desde hacía años.

El error cometido por casi todos, incluido por el TC, ha sido concentrarse en la idea de Nación, y reproducir así la torpe y sin sentido escapada con la que se creyó cerrar la cuestión en 1978, hablando de Nación española y las regiones y nacionalidades que la componen. Lo que en realidad se hizo posible con la Constitución autonomista, y finalmente se perpetró con la entrada de Andalucía en el primer nivel de autonomía, era el Estado de Estados, un constructivismo socialdemócrata acompasado entre Estado central y Estado autonómico, creando desde ese momento todas esas tensiones que hoy sirven de coartada al fascismo catalanista, que en realidad se preocupa por asuntos mucho más perversos que la integridad fiscal de Cataluña.

González habla por no callar, y echa mano de Chacón para que no se note la trampa que lanzan. Su afirmación es tan irrelevante como interpretable, en realidad nada de nada, pero que colocará de nuevo al PP y muchos otros, en las cuerdas de lo secundario, fijando la atención en aquello que no debería recabar semejante polémica y opinión. La crisis política que realmente debe importarnos es la que afecta al Estado insostenible que tenemos, multiplicado por 17, más uno, y en medio de una quiebra que va más allá de sus finanzas, tacando con cada vez más virulencia a su credibilidad o el consenso social sobre el que se aúpa. El cambio de régimen es una realidad; lo que ignoramos es hacia dónde nos dirigimos y cuáles serán las consecuencias del desafío totalitario de algunos, el entreguismo snob de otros, o la torpeza con que reaccionan los de siempre.

Saludos y Libertad!

7 comentarios leave one →
  1. Hiel permalink
    julio 27, 2010 12:47 am

    España se muere. Así arrastre.
    Saludos.
    YO NO LE VOTÉ: ^^

  2. atr permalink
    julio 27, 2010 11:21 am

    España no se muere pero una parte de la casta política se empeña en desmembrarla.

  3. Alexis permalink
    julio 27, 2010 1:13 pm

    En Catalunya hay miserias y miserables, como en el resto de España. Yo soy independentista, profundamente de izquierdas, y no me tiembla el pulso al escribir que en realidad, para la gente de a pié hay dos problemas graves. Uno, el nacionalismo xenófobo, y el otro, el cada vez más virulento enfrentamiento entre privilegiados y ciudadanos rasos.

    Aunque muchos sabemos que la autogestión no es la panacea para todos los males. Sí debo indicar que independientemente de eso, el deseo de echar a volar anida en muchos de los catalanes. La percepción que tenemos de la pertenencia a España es de estar rodeados de voluntades hostiles, azuzadas por una derecha (y en ocasiones y por desgracia lo que no es la derecha) que retuerce la figura del catalán hasta lo caricaturesco.

    A mi me han llegado a decir «habla en cristiano» aún con la reconocida cooficialidad de mi lengua materna. Yo, jamás, jamás, he insultado a nadie por emplear su lengua. Y sé que en todas partes cuecen habas. Pero entiéndanme, estoy un poco cansado de pullas y desprecios. Y como por desgracia no se trata de un estado transitorio de efervescencia patriótica, entiendo que la mejor manera de atajar esto es simplemente tomar caminos separados, que se está mejor sólo que mal acompañado.

    Podrán entonces los españoles seguir haciendo chistes de catalanes, como los franceses hacen de los belgas. Pero eso sí, en su casa, no en la mía.

    • julio 27, 2010 1:26 pm

      Hasta cierto punto creo que es entendible esa hostilidad, no contra los catalanes sino contra los políticos catalanes, que persiguen y multan a quienes se expresan en la reconocida cooficialidad de su lengua materna. Que en Cataluña se pretende reducir el uso del castellano a la clandestinidad es una evidencia que, obviamente, molesta en el resto de España y despierta hostilidades cuando esos políticos se presentan entre sollozos lamentándose del supuesto mal trato que les da ‘Madrid’. En vez de lamentarse y acusar a la derecha -que ni manda en Cataluña ni manda en Moncloa- de esas reacciones, convendría en Cataluña un ejercicio de autocrítica y una reflexión en profundidad. Sobre todo entre la clase política. La independencia no es una posibilidad.

    • atr permalink
      julio 27, 2010 3:14 pm

      Si crees que tu sentir es el mismo que el de todos los catalanes estás equivocado.
      Por otra parte desde que este país inició su andadura democrática hace unas décadas se ha respetado e impulsado el catalán y se ha permitido a los catalanes gozar de una autonomía que para mi gusto es excesiva.
      Desde otros puntos de España habrá gente respetuosa y gente que no lo sea. Lo que te puedo asegurar es que yo, que no soy de izquierdas y que detesto profundamente el nacionalismo, siento respeto por las manifestaciones idiosincráticas regionales. A fin de cuentas, el nacionalismo catalán no es sino un regionalismo con ínfulas, maquillado, pedigüeño e insolidario, que se ha ido construyendo un ideario poco a poco, al hilo de las circunstancias (siempre beneficiosas para él, por cierto), que no despierta ninguna simpatía. Sobre todo porque pretende someter al resto de España a su particular programa.
      Un saludo

  4. Alexis permalink
    julio 27, 2010 2:51 pm

    En 1977 España firmó la Carta de la Naciones Unidas que recoge el derecho a la autodeterminación. No voy a entrar en cuestiones legales, pero el hecho es que a parte de las propias leyes españolas, nada, absolutamente nada justifica la negación a ese derecho. Porque a mi entender hay ciertos derechos inalienables, que están por encima de leyes y prejuicios. opino que si un español quiere hablar en castellano en Catalunya, nadie debería negarle esa posibilidad. Pero del mismo modo, nadie puede ni debe negar lo que democráticamente se decida hacer en Catalunya.

    Y desde mi punto de vista no se trata ya solamente de política y hostilidad. Se trata también de la percepción subjetiva pero también colectiva de que Catalunya va a estar mejor fuera que dentro. Y quizás nos equivoquemos los que así pensamos, pero ahora y aquí yo pido, exijo, que se me permita decidir.

    • noviembre 17, 2010 2:35 pm

      Alexis, informate un poco antes de abrir la boca y meter la zarpa. El derecho de autodeterminacion de los pueblos, que dudo que lo hayas si quiera ojeado, se refiere a «La sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la cooperación mundiales.» Y por si te quedan dudas, esa misma declaracion que no te has leido, incluye un parrafo esclarecedor en el punto seis para frentar las manipulaciones nacionalistas, «6.Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.»

      Si tu exiges tu derecho a decidir si Cataluña se queda dentro o fuera, apelo a ese mismo derecho. Yo tambien quiero decidir, que decidan todos los españoles, donde se queda Cataluña.

      Lo dicho, conviene leer de vez en cuando.

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