Viva Honduras!

Ya lo dijo Trillo: viva Honduras! Ah, no, perdón… El golpesito hondureño, deponiendo a su Presidente por hacer un Ibarretxe queriendo convocar a los ciudadanos a una “encuesta” estimativa, amable, cariñosa y no vinculante, no es sino un gesto que recuerda a la ya olvidada cultura del Tiranicidio.

Juan de Mariana no dio con sus huesos en una mazmorra por advertir en su De rege et regis instituione de las consecuencias que tiene para un soberano abandonar la potestas convirtiéndose en Tirano. Lo hizo por denunciar el envilecimiento de la moneda (de monetae mutatione), que al parecer molesta mucho más que el recuerdo de lo que venía siendo una constante en el estudio del poder y sus excesos.

César murió por tirano. En su escalada de dominación supo en quién apoyarse. El pueblo hambriento, el pueblo jocoso, el pueblo movido por la envidia, el rencor y el odio colectivo es sin duda la baza que todo tirano ha utilizado para encubrir sus fechorías. Quien lucha contra la oligarquía, el privilegio y la maquinaria de dominación, es un héroe. Quien lo hace desde un poder endeble, doblemente audaz.

Zalaya no es lo uno ni lo otro, simplemente un miserable. Seducido por Chávez y su pandilla basurilla, cruzó el Rubicón pidiendo al pueblo harapiento gloria a cambio de pan y redistribución. Del indigenismo a la lucha de clases más cañí, los bananeros hispanoamericanos dedican sus días y sus noches a forzar la legalidad, imponer la suya propia (incluso con la fuerza del refrendo popular y la marcha populosa), trayendo a sus conciudadanos (súbditos del socialismo del siglo XIX) hambre, orgullo y más hambre.

La farsa se acabó en Honduras. La comunidad internacional reacciona contra el magnicidio incruento, una suerte de ostracismo caricaturesco, que les hace recordar que son fuertes las fuerzas vivas, y que por mucho terror institucional y cónclave de espurios intereses, el Estado es codiciado y depende de muchas voluntades. Los tiranos, todos ellos democráticos (ya no es Dios y el orden celestial sino la Democracia y sus principios quien legitima excesos y estragos), se rebelan contra el quebranto al que se ha visto sometido Zelaya. Uribe, uno de esos gobernantes que a pesar de los pesares merece ánimo y reconocimiento, también quiere ser reelegido. Las diferencias en la catadura moral y los principios de uno y otro son más que evidentes. Para los enemigos de la libertad parece obvio que Uribe es un esbirro de los yanquis, un pendejo que practica el terrorismo de Estado, que mangonea y aspira a perpetuarse en el poder a toda costa. Un juicio muy sentido en boca de quienes consideran a la guerrilla colombiana vanguardia revolucionaria, amigos de la paz y el progreso, compañeros de misión dignos de apoyo, financiación y cobertura.

En América Latina el Tiranicidio, por sí mismo, demuestra un conato de cordura, un ejemplo de superación que debería inspirar al resto de democracias occidentales. Tristemente no son mucho mejores los que decapitan al tirano que el tirano mismo. Fuerzas vivas que reconducen la situación en beneficio de una oligarquía que profundiza el disenso social haciendo posibles, deseados y poderosos chavistas, con o sin casaca, de rojo, punto andino o traje de chaqueta y cirugía a la argentina. Por desgracia, por muy sonado e ilusionante que pueda ser para todo defensor de la libertad la expulsión de un zoquete como Zelaya, la realidad manda, siendo las Américas tierras de populismo, hambre y oligarquía. Unas que ceden paso a otras o que hábilmente se adaptan al movimiento que manda.

Saludos y Libertad!